En Atlantic Beach, Nueva York, Estados Unidos, a una hora del bullicio de Manhattan, se encuentra el Catalina Beach Club, un establecimiento de colores blanco y turquesa donde los bañistas disfrutan del sol en sus piscinas o se alquilan una pequeña cabaña junto a la arena. Desde la terraza del primer piso del Catalina se ve cómo la playa desaparece en el horizonte. Las de Atlantic Beach y Long Beach suman unos 15 kilómetros juntas. Pero más allá se extiende un frente rectilíneo de otros 200 kilómetros que llega hasta los exclusivos Hamptons. En la arena que pisamos, cada 100 metros se erigen las casetas de los socorristas, en las que ondean las barras y estrellas junto a otras banderas, las que indican el estado del mar.

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