La obsesión de Charo Ortín es engañar al cerebro. Sirviéndose de gafas de realidad virtual (VR), esta doctora en neurocontrol motor estimula las neuronas espejo —las que actúan por imitación— de personas que han sufrido un ictus, o que tienen un tumor cerebral o una esclerosis. Luis, uno de sus pacientes, se tumba y mueve repetidamente una pierna y el pie, hasta que sus extremidades tiemblan ligeramente sin control. Sin embargo, en cuanto se pone las gafas de VR y ve en la pantalla una pierna que simula ser la suya, el temblor desaparece.

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Ortín explica que en el siglo XIX se creía que el sistema neurológico tenía parcelas muy diferenciadas, cada una dedicada a una actividad, como el movimiento. Se sabía que del cerebro partía el tracto piramidal, neuronas motoras y sensitivas que salen desde los hemisferios derecho e izquierdo y tienen forma de V que, al juntarse, forman la médula espinal y de ahí llegan a cada músculo. “Hoy la neuroimagen ha avanzado mucho y comprendemos que en realidad todo está interconectado”, subraya Ortín, que basó su tesis doctoral en la Universidad Rey Juan Carlos en esa idea de la interconexión. “Mi hipótesis fue: si el cerebro no está tan parcelado y si el tracto piramidal se alimenta de más cosas, voy a comprender qué otras áreas participan del movimiento para estimularlas”.

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