Terminada la Primera Guerra Mundial, Alemania se enfrentaba no solo a los miedos de un país destrozado por la contienda y enfangado en una difícil situación económica, sino también a los temores más universales de la década. Los años veinte vieron cómo la tecnología se expandía a gran velocidad, las máquinas comenzaban a invadir la vida cotidiana, y esto preocupaba a la sociedad. Eran además tiempos en los que el cuerpo humano era tabú: “Había que taparse, nadie se miraba en el espejo, nadie hablaba de sexualidad y estaba prohibido hacerse preguntas sobre uno mismo”, subraya Uta von Debschitz, una arquitecta alemana reconvertida en periodista y autora cultural desde 2002.

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