Me voy al pueblo
“Estábamos hartos de Madrid. En la gran ciudad, aunque muchas veces no te des cuenta, tu calidad de vida se va desgastando. Estuvimos a punto de comprarnos un piso. Pero en el último momento echamos el freno y pensamos que por menos dinero podríamos abandonar la ciudad e irnos al campo. Al principio miramos en la costa cantábrica, pero los precios eran prohibitivos. Así que giramos la vista hacia Castilla y León, aunque a mi mujer, que es finlandesa, aquello le parecía un desierto. Me hice con un plano en el que aparecía cada charco de la comunidad autónoma.
Como viajo mucho por trabajo, cada vez que lo hacía me desviaba un poco para conocer nuevos lugares. Un día descubrí Maderuelo (Segovia). Vi que había un pantano y un parque natural preciosos. A los pocos días llevé a mi mujer. Observamos una parcela que estaba enfrente de la zona protegida del parque, donde jamás podrían construirnos nada delante, vimos que el paisaje era estupendo, que tenía orientación sur… Nos dijimos: ‘Este es el lugar’. Compramos el terreno y nos construimos una casa. Más barato que el piso en la ciudad”.
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