la pena de muerte en el mundo
Desde 2010 y hasta hoy he publicado cuatro reportajes largos sobre la pena de muerte en el mundo en El País Semanal, siempre con fotografías de Sofía Moro. Hemos explicado la cuestión de la inocencia en Estados Unidos, hemos conocido la brutalidad del sistema en Japón y hemos entrado en el único reducto de Europa que aún asesina a sus ciudadanos en nombre de la justicia, Bielorrusia. Después de estos años dedicados a investigar el tema, tras visitar tres continentes diferentes y participar en los dos últimos congresos mundiales de pena de muerte celebrados en Ginebra en 2010 y en Madrid en 2013, donde además pude conocer a multitud de personas más, llego a la conclusión de que las ejecuciones son un fracaso para cualquier sistema de justicia. Simplemente no sirven para disminuir la delincuencia en una sociedad ni son un freno para los criminales. Entiendo a quien, víctima de un crimen horrible, busque el ojo por ojo. Pero no comparto que un Estado también lo vea así: son muchos los casos en los que se ha demostrado que la justicia no es infalible, puede equivocarse y en el caso de la pena capital con consecuencias irreversibles.
En 2016, Guillermo Abril y yo, ambos periodistas de El País Semanal, publicamos un nuevo artículo, mi cuarto, sobre la pena de muerte. Revisitamos la misma historia publicada por mí en 2010 sobre los supervivientes del corredor de la muerte. También a sus familias y esta vez en sus casas. Un viaje realizado en otro contexto, el del rodaje del documental ‘The Resurrection Club’, un trabajo mío, de Guillermo Abril y de Luis Almodóvar, con producción de La Claqueta PC, en coproducción con Talycual Cinema y Tito Clint Movies, con el apoyo de Amnistía Internacional.
Estados Unidos (2016) – Supervivientes del corredor de la muerte
Además, junto a cada uno de los tres primero reportajes escritos, hicimos también unos vídeos para la web del dominical.
Estados Unidos (2010) – El club de los resucitados
Japón (2011) – 42 años esperando al verdugo
Bielorrusia (2013) – El último disparo en Europa
La historia de cómo Sofía Moro y yo comenzamos a interesarnos por la pena de muerte llegó así:
En noviembre de 2009 me llegó uno de esos cientos de correos electrónicos que recibimos los periodistas cada semana. Era el típico email-convocatoria, en aquel caso de La Casa Encendida. El centro cultural de Caja Madrid invitaba a la proyección de una película documental sobre la vida de Juan Meléndez, un portorriqueño que se había pasado “17 años, 8 meses y 1 día” en el corredor de la muerte del estado de Florida (EEUU) por un crimen que no había cometido.
Quedé a comer con él en un hotel cercano a la estación de Atocha. Se presentó con su mujer, Judi Caruso, y con otro preso inocente y liberado del corredor de la muerte de Florida, el español Joaquín José Martínez. Fue uno de los encuentros más alucinantes de mi vida. “Si mi historia te parece increíble, deberías escuchar la de mis compañeros. La semana que viene nos juntamos en una reunión privada unos veinte de nosotros”, me dijo como si nada Meléndez.
Una semana después, Witness to Innocence, la ONG a la que pertenece Meléndez, nos abrió su círculo más íntimo, algo que nunca antes habían hecho con un medio de comunicación. En Birmingham (Alabama, EEUU) conocimos a algunas de las personas más especiales que uno puede conocer. Durante cuatro días descubrimos que había más de cien estadounidenses que habían escapado del corredor de la muerte porque eran inocentes. Cada entrevista, cada historia, parecía más increíble que la anterior. Imposible de olvidar. En enero de 2010, publicamos “El club de los resucitados”, reportaje que después sería traducido a italiano e inglés.
El segundo reportaje llegó en 2011. Fui a Japón, también con Sofía Moro. Un país maravilloso… pero aterrador. Los presos condenados a muerte son ejecutados en la horca: les avisan de su fecha con solo cinco minutos de antelación, por lo que algunos se vuelven locos. “42 años esperando el verdugo”, la historia de Iwao Hakamada, fue el resultado. Tres años después, en marzo de 2014, vimos cómo Hakamada, quedaba libre.
El tercero llegó en 2013. El destino esta vez fue Bielorrusia, el único país europeo con pena de muerte, una dictadura en toda regla comandada por el presidente Aleksandr Lukashenko. No pensábamos ni que nos fueran a dejar entrar en su territorio. Pero lo hicieron y publicamos “El último disparo en Europa”.
Finalmente, el cuarto hasta ahora, en 2016, en el contexto del rodaje del documental ‘The Resurrection Club’.